Es extraño como en algunas madrugadas se extrañan pequeñas cosas,
pequeños vicios, grandes amigos. Un cigarrillo, una guitarra, una ventana a la
cual tirarle pequeñas piedras y un viejo amigo asome con su somnolienta mirada
y comprenda con solo verte allí parado que será otra de esas madrugadas, de
infinitas caminatas, de charlas sobre amores lacerantes, amores incomprendidos,
batallas peleadas pero no ganadas. Armados en medio de la noche tan solo con
una guitarra, cigarrillos y vinos baratos, que mejor arsenal contra la
nostalgia.
Es extraño que esas madrugadas se vean tan lejanas y hasta
difusas casi inexistentes, en días presentes ya no queda aquel arsenal con el
que se creía firmemente “se puede cambiar al mundo, un poema o una canción serán
suficientes”. Ya no existe la guitarra, ya deje el cigarrillo y con ello el
vino, hasta el viejo amigo se marchó de aquella ventana.
La lógica y la razón dominan el presente, ya no veo dragones
en el cielo, deje de buscar el fin del arco iris, deje mis caminatas de
madrugada, ya no nacen más canciones, ya no digo “te quiero” sin antes pensarlo
mucho (quizás demasiado).